domingo, 6 de enero de 2013

2-1

Ahí estaba yo, rodeado de mis nuevos "amigos" esperando que los sabuesos del Adalid nos apresaran. En un último arrebato, empecé a disparar como una posesa hacia los helicópteros que se aproximaban hacia mi, y derribé varios, pero ellos volvieron abrir fuego. Cuando vi que uno de los proyectiles alcanzaba al cabecilla de banda, dejé de disparar. Le hirieron un brazo, y aunque la herida era leve, cayó desmayado al suelo. Entró en una especie de shock y esperamos que nos rodearan.

Pronto nos llevarían prisioneros, o nos fusilarían allí mismo. Nuestro final se acercaba, y yo lo presentía, así que suspiré una última vez y disparé hacia a mi alrededor. El resto me siguió y uno a uno fuimos cayendo en las arías arenas de aquel desierto. A mi me alcanzó un disparo en la cabeza, pero no morí. Pues si hubiera muerto ahora mismo no estaría contandoos esta historia. Sólo recuerdo como sentí que la bala atravesaba mis sesos. Un pitido infernal empezó a sonar dentro de mi cabeza. Luego vino el silencio y la oscuridad.

Sin embargo, desperté en una cárcel mugrienta con Balcerx, o al menos así se hacía llamar, el jefe de la banda terrorista. Teníamos como compañeros al ladron, Ekdal, y el piloto de nuestro helicóptero. Justo en las celdas de al lado, estaba Rainen y otros integrantes. Algo iba mal. Pues si eso era el cielo, no era como todos imaginamos alguna vez. Pero no era el cielo, y al mirarme en el espejo descubrí parte de mi rostro cambiado. A todos los caídos no habían hecho igual. Nos devolvieron a la vida utilizando los adelantos médicos que poseían. Todo con el objetivo de descubrir si la organización a la que pertenecía Balcerx era mayor.

Craso error cometieron al suponer tal cosa, pues aquello fue el principio, y no el fin, de una revolución que cambiaría para siempre el sistema establecido.

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