Ahora saldrá otro desgraciado que dice que le gusta mojarse bajo la lluvia. Yo le digo que se moje él, porque yo no pienso volver a hacerlo. Al menos yendo con mi amigo el babuino.
Era verano, y una de esas típicas tormentas que duran una tarde, pero que son tan intensas como un choque de titanes. Salíamos de un bar y no se me ocurrió otra brillante idea que ir corriendo en chanclas, y lo recalco bien ¡en chanclas! Obviamente lo hacíamos para ir corriendo hacia nuestra casas. Pero algo ocurrió.
- Vayamos corriendo hacia nuestras casas va. No seas aburrido tío.
- No soy aburrido es que no quiero mojarme, esperemos mejor que deje de llover.
- No. Va, vayamos. Será divertido.
- ¿Qué tenemos? ¿11 años?
- Pues como si lo tuviéramos nen. Va.
- Bueno vale. Emprendamos este viaje.
Salimos corriendo atravesando la calle para irnos a un saliente que había en el bloque de pisos para así refugiarnos debajo de él. Yo no me hice nada, pero al mirar a mi amigo me encontré un panorama muy diferente al que pensaba.
Mi amigo estaba sangrando por un dedo gordo del pie. Se había dado un golpe al ir a subir un bordillo. Por lo visto resbaló y al resbalar fue cuando recibió el impacto. No hace falta que os describa la cara pero era algo así.
Era obvio que se había hecho daño y su cara reflejaba que la sangre que corría por sus venas se había convertido en mala leche.
- ¿Tío estás bien?
- ¿Qué si estás bien? Joder. Es que te lo dije tío. Porque siempre se tiene que hacer lo que tu digas. Nunca me haces puto caso. Y ahora a joderme yo.
- Bueno lo siento...
- Con un lo siento no se me va a ir el dolor. Es que siempre estamos igual...en fin, vamos a dejarlo porque no quiero hablar.
- Ok.
Permanecimos todo el camino en silencio, caminando descalzos sobre la lluvia para no volvernos a resbalar, porque si, yo también acabé resbalándome y cayéndome al suelo de culo. Si algo podía colmar el vaso, era aquello. Desde aquel día jamás volví a proponer semejante gilipollez yendo en chanclas y con mi amigo el babuino.
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