domingo, 2 de septiembre de 2012

1-1

Desperté en la penumbra de nuestro cuartel general creyendo que sería el principio del cambio en nuestro mundo. Por fin, aquella humanidad sumida en las tinieblas de los rascacielos volvería a ver la luz del sol que estos le habían arrebatado. Ese día se ejecutaría el plan Deshacer El Mundo. Todas las fichas estaban puestas sobre la mesa para acabar con la vida de nuestro líder supremo, el Adalid Hitcov.

Hitcov llegaría al poder 80 años antes de aquel día bajo un aura salvadora de humanidad. Nadie supo nunca a ciencia cierta cuando fue el momento en que pasó de ser el salvador la especie, a ser uno de los tiranos más sanguinarios de nuestra historia. Muchos decían cuando abandonó el estado de humano para convertirse en una máquina, y que ese fue el motivo de que perdiera la capacidad humana para sentir. El hecho es que su largo ciclo vital así parecía demostrarlo. La media vital de un ser humano era de 57 años. A sus 113 años, parecían confirmarse las habladurías sobre el androide carente de emociones y sentimientos que corrían por las tertulias clandestinas del subsuelo. Sin embargo, aun siendo cierta la teoría, cuando uno se ha criado entre seres robóticos sabe que Hitcov no era un retorcido psicópata con poder por haberse convertido en uno de ellos. Él siempre fue así, y aquel día pagaría por todos sus actos.

Salté de la litera para ir uno por uno despertando a todos mis camaradas. Estos, sabiendo de la importancia del día, fueron bajando a medida que despertaban hacia la Sala de Mando, donde repasaríamos el plan por última vez. Desperté al último de mis compañeros y juntos bajamos a la Sala de Mando.

La Sala de Mando era una pequeña sala con sofás destartalados que rodeaban una mesa central. Ésta estaba iluminada por la única bombilla de la habitación y contenía los planos de toda la ciudad de Oztral.

La ciudad de Oztral era una megápolis de más de dos mil quilómetros cuadrados en forma circular. El último resquicio de humanidad de nuestro planeta se encontraba allí. Al menos eso decían. La ciudad tenía alrededor de unos treinta y ocho millones de habitantes, contando los trabajadores de minas, granjas en las afueras de la ciudad. La ciudad estaba dividida en siete distritos. El distrito central era un complejo de rascacielos conectados entre si por puentes levadizos. Estos rodeaban el Bismax. El Bismax era una monstruosa macroestructura con forma de cohete, que se conectaba en diferentes puntos de su contorno a través de puentes con el resto de rascacielos. Era el edificio más alto y ancho de la ciudad, y en dónde además residía el Adalid.  La periferia de estos colosos de la construcción era un conglomerado de chabolas hechas con los restos metálicos de las máquinas que ya no servían. Estos suburbios se conformaban en los seis distritos restantes. Estos a su vez estaban cercados por un muro tan alto como los rascacielos que los ensombrecían. De él crecían seis torres. Una por cada distrito de la periferia.

En cada una de estas torres había un túnel subterráneo comunicados con seis lugares ajenos que servían a Oztral. Estos eran las Minas de Litrion, las Granjas de Romza, los Campos de Exterminio, el Laboratorio de Ezdem y otros dos llevaban a un vertedero de restos de maquinaria inservible.

De los vertederos salían los materiales con los que nos fabricábamos las casas. Claro que no eran de gratuita adquisición. Había todo un mercado negro de basura controlado por las mafias. El gobierno encontró en estas un aliado para controlar los suburbios, y éste se lo pagó otorgándonles el control del túnel de la basura. Del mismo modo, muchos de estos capos de la mafia  conseguían entrar en puestos de la burocracia estatal con el tiempo. Un negocio redondo en el que todos salían ganando. Todos menos los que malvivíamos en los suburbios.

Las Minas de Litrion y las Granjas de Romza eran colonias de obreros humanos y autómatas trabajaban su explotación. La vida en aquellas colonias no era mucho mejor que en los suburbios. Lo cierto era que en pocos casos sus obreros iban a trabajar allí de forma voluntaria. Los individuos mecánicos habían sido creados para servir al hombre y no para decidir, y los de nuestra especie solían estar cumpliendo alguna clase de condena inferior trabajando como esclavos.

Por otro lado, estaban los Campos de Exterminio y el Laboratorio de Ezdem. Nadie sabía a ciencia cierta que había en ninguno de los dos lugares. De los campos decían que llevaban tanto a enemigos del régimen como individuos que no tuvieran ningún tipo de utilidad para la sociedad. Se contaba que allí eras sometido a todo tipo de torturas inhumanas: flagelaciones, mutilaciones, humillaciones, etc. Todo lo que te arrebatara la condición de ser humano era bienvenido en los campos, y cuando los verdugos habían decidido que la habías perdido al fin, te daban una muerte lenta y dolorosa. Tampoco eran alentadoras la poca información que llegaban de los experimentos que se realizaban en los laboratorios. Corrían sucesos escalofriantes. El gobierno decía que aquel lugar era un paraíso para el progreso de la ciencia, que trataba desde mejoras en la ciencia médica hasta nuevos y más avanzados aparatos que mejorarían nuestras vidas. Algo bastante cínico por su parte ya que la única vida que mejoraban era la gente del distrito central. Casualmente aquel era el distrito donde residían y trabajaban las personas de más importancia para el régimen. Desde soldados rasos hasta nuestro supremo conductor, el Adalid Hitcov. Sin embargo, los esfuerzos del gobierno por tratar imponernos un pensamiento único nunca consiguieron por completo el objetivo. Por el contrario las leyendas urbanas siempre han poseído ese toque místico que tanto nos atrae a los seres humanos, y que por algún misterioso motivo, siempre nos ha encantado creerlas. La verdad era que la leyenda hablaba de experimentos con seres humanos que trataban de perfeccionarse. Una nueva raza de superhumanos. No eran pocas las voces que decían que el propio Hitcov se había sometido a esos experimentos. Algunos afirmaban que uno de esos experimentos era el que le había convertido en una máquina sin sentimientos. Aunque caían por su peso, pues no era el primer hombre máquina. Yo mismo tenía parte de máquina, y no era un superhumano. Algo se tramaba en aquellos laboratorios, algo con lo que todos se animaban a especular. No obstante, había algo claro. Fuese lo que fuese precisaba de vidas humanas para hacerlo, y nadie quería imaginarse que clase de atrocidades se tenían que ejecutar para llegar al ansiado superhumano.

Nuestro plan empezaba con la infiltración de la banda en la torre que conectaba con las Granjas de Romza, la de nuestro distrito. Los cargamentos llegaban cada viernes primero de mes, y de vez en cuando, llegaba otro cargamento a mediados. Aquel día era viernes tres de octubre, y llegaba el cargamento. Así que me acerqué a la mesa, chasqué los dedos para que todos se acercaran a los planos de la mesa central, y empecé a repasar el plan.

- !Steiner¡ -
- ¿Si? - respondió Steiner.

Steiner era el encargado de distribuir los alimentos en los distintos mercados de nuestro distrito. Era un encargado más de la logística la Torre de Romza. Un día le pidieron ayuda para llevar el cargamento a la zona superior de la torre. Al ver la cantidad desproporcionada de víveres que iban dirigidos para el barrio central se dio cuenta cuan injusto era el reparto. Mientras la periferia pasaba hambre, al Adalid y su alta burocracia tomaban festines cada día. No hizo falta mucho para convencerle de que se uniera a nosotros. Había visto morir a su hermano de hambre cuando sólo tenía 13 años por alimentarle a él.

- Tu privilegiada posición como distribuidor de los productos alimentarios en los distintos mercados del distrito nos confiere una ventaja estratégica que no podemos desaprovechar. Debes colarnos en tu camión cuando toque devolverlo al almacén ¿Entendido? - Steiner me lanzó una mirada de aprobación y sin más demora salió por la puerta del cuartel general para comenzar su trabajo. En ese momento proseguí con la explicación.

- Son las 6 am. Steiner acabará el reparto a las 9 en el mercado de Jeijvic. Nosotros deberemos esperarlo escondidos por la ruta que tomará para volver a la torre. No podemos esperarlo en el mercado. Es un sitio público y estará lleno de chivatos de las mafias, e incluso algún que otro policía estatal infiltrado. Deberemos montarnos con el camión en movimiento por las calles alternas por las que circulará. Por desgracia, los transportes del gobierno tienen una ruta marca y los conduce el ordenador central. Por suerte para Steiner, durante estos años él sólo es el encargado de descargar el camión en los mercados, y dar el OK al ordenador para que el camión continúe la ruta. No os preocupéis si os ve alguien al subiros al camión. En las calles del distrito no les suele importar una mierda los asuntos ajenos. Salvo si eres un hombre de Wildman. Pero estos ya no patrullan por las calles. Desde que nos cargamos a varios de sus hombres prefieren centrarse más en los lugares públicos que en las calles angostas y oscuras del distrito Alfa. En cualquier caso, si veis a alguien sospechoso. Matadle ¿Entendido?
- ¡Si! - respondieron todos al unisono. Me detuve un momento a meditar, y proseguí la explicación. Lo cierto, es que el plan era más complejo de lo que parecía.
- Una vez dentro, esperaremos a la señal de Steiner para salir del camión. Él nos esperará en la cabina de cámaras, así que nos dirigiremos con diligencia hacia allí. En interior de ésta, y con el vigilante en fuera de juego, uno de nosotros se colará por el conducto de aire para llegar a los vestuarios. Allí robará los uniformes del personal de logística que utilizaremos para acceder a la azotea, dónde se encontrarán los fletes llenos de comida para nuestros innaccesibles amigos del distrito central - Se oyeron risas - Actuad con normalidad cuando los llevéis puestos. Recordad que los funcionarios del gobierno no se suelen conocer. El gobierno los cambia frecuentemente de puesto para que no establezcan ningún vínculo sentimental entre ellos. Una vez dentro actuad como si tuvierais un objetivo fijo, nadie os preguntará el motivo. Ellos actúan así -
 - ¿Y si lo hacen? - preguntó Rainen.

Rainen era el miembro más joven de la banda. Tenía 20 años. Decidió afiliarse cuando un policía le cortó los dos brazos y por dibujar una tira cómica del Adalid haciendo manitas con los capos de las mafias. Al ver que ya nunca más podría dedicarse a su gran pasión, vendió toda su creación artística para crearse dos brazos robóticos con ciertos instrumentos destructivos. Los nuevos brazos de Rainen eran un saco de sorpresa. Tenía incorporados todo tipo de armas de fuego, además de un gran repertorio de herramientas para abrir puertas, agujerear paredes blindadas y un largo etc.

- A todos los miembros del personal les dan un dispositivo móvil donde, además de encontrarse su número de identificación, contiene las tareas que deben ejecutar cada día. Ekdal se encargó de fabricar uno para cada uno -

Ekdal era un hacker de gran renombre en aquella época en el mundo virtual. Se unió a nosotros por una cuestión de grandilocuencia. Quería demostrar al mundo la grandeza de lo que él denominaba un arte ¿Y qué había más grande que derrocar un régimen?

- Si os llaman la atención, enseñadlo. -
- Okey makey. - respondió Rainen
- Una vez arriba, nuestro objetivo es colarnos en el helicóptero que irá dirigido al edificio de la cúpula de luces. Al igual que la flota de camiones, los helicópteros también tienen un número de identificación. El número del helicóptero que se dirige a nuestro destino estará en vuestro dispositivo ¿Ha quedado claro? -
- ¡Si! - respondieron todos.
- Llegados a este punto, estad atentos porque la verdadera dificultad empezará ahora. El Bismax es un laberinto lleno de grandes salas y pasillos. Sabemos con certeza que el Adalid cada viernes acude a su reunión semanal con sus ministros, para saber que se trama en todos sus dominios. Esta junta semanal se congrega en la Sala del Consejo. La sala estará altamente protegida, y tendremos los treinta minutos para llegar a ella. Ni un minuto más. El programa de Ekdal colapsará el ordenador central del edificio y no nos concederá más tiempo, ya que ese el tiempo que tardará en reiniciarse la computadora. Una vez fuera de servicio el sistema que controla el Bismax deberemos dividirnos en grupos. Llegaremos a la planta 233 que conecta con la azotea del rascacielos donde aterrizará el helicóptero. Cuando entremos al edificio, todo estará lleno de guardias protegiendo la zona, y tendrán orden de disparar a todo intruso. Y el personal de logística lo es. Por lo tanto, la facción Steiner servirá de señuelo para llevar a los guardias hacia la facción de Rainen. Una vez esté toda la cuadrilla de guardias frente a las dos facciones, la orden es clara. Fuego a discreción. Puesto que el ascensor estará fuera de servicio, deberemos ir por las escaleras. Así que mientras estáis en plena batalla campal, Ekdal y yo nos dirigiremos, por los pasillos paralelos, a la escalera custodiada eliminando a sus guardias. Sobretodo, tratad de eliminar a todos los guardias, no podemos permitir que algún rezagado se escape llegue a la escalera antes que Ekdal y yo. Nosotros trataremos de cubrir el otro flanco para que ningún guardia pueda llegar a escapar de vuestro fuego de alcance, y así avisar a los otros. Rainen está y os ha dotado de todo tipo de armamento para eliminar escuadrones de ejércitos enteros. Usadlos con inteligencia y precisión para que lleguemos sin ningún contratiempo a las escaleras. Luego robaremos los uniformes, y subiremos para pasar inadvertidos en el nivel dónde está el consejo. Tened en cuenta que una vez bloqueado el sistema central reforzarán la seguridad. Si atravesamos los pasillos con sus uniformes no levantaremos sospechas. Eso si, cuando lleguemos a la puerta de la sala disparar a sus guardias porque no nos dejarán pasar -
- Una última pregunta ¿Por qué no volamos el edificio entero? ¿No tenemos suficiente armamento para destruir ejércitos? ¿Y lo más importante, cual es el plan de huida? Desde que empezamos urdir el acto, no hemos hablado de ello -
- Lo tenemos, y posiblemente podríamos hacerlo si nos lo propusiésemos. Pero destruir un edificio de tales magnitudes necesitaría una carga tan sumamente enorme que pondríamos en peligro a la gente inocente de los distritos. No hay plan de huida. Hay uno pensado por si nos sobrara tiempo y el sistema continuara colapsado el suficiente tiempo para salir del edificio.  En cualquier caso quedaría atravesar el distrito central, y aun superando ese obstaculo no tendríamos donde escondernos. Todos los edificios, incluido el de la cúpula de luces, están llenos de cámaras. Identificarían nuestros rostros y pondrían precio a nuestro cabeza en toda Oztral. Pase lo que pase estaremos muertos. Por eso no podemos fallar. Esto no será un caminito de rosas, será avanzar hacia nuestra muerte triunfemos o no en nuestra empresa. Así que quien quiera abandonar que lo haga ahora o muera a nuestro lado -

Se hizo el silencio durante unos segundos que se convirtieron en una eternidad, y al fin, enfervorizado por un espíritu guerrero, Rainen gritó - ¡Muerte al Adalid! - Al instante todos nos unimos a él al unísono y cruzamos la puerta que nos llevaría hacia nuestro fatal destino. No sabíamos si seríamos recordados como héroes o asesinos, pero ya nada importaba. Nuestra convicción en que caído Hitcov, caído el régimen era superior.

2 comentarios:

  1. Mmmh, basado en un mundo "futurista catastrófico", me gusta. Lo de los distritos me ha recordado a los juegos del hambre y vagamente a una peli de zombies que no recuerdo cómo se llamaba xD Pero me gusta como empiezas, sin rodeos, directo al grano. ¿Seguirás?

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  2. Si, seguiré. Aunque sigo pensando en como seguir. A ver si de aquí a unos días publico una segunda parte xD

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